- Perú
La recuperación de infraestructuras prehispánicas para su uso en la actualidad es un enfoque cada vez más reconocido para enfrentar los retos del cambio climático, como la escasez de agua en los Andes. Investigadores como Kevin Lane y sus colegas han documentado la forma en la que los sistemas construidos por las sociedades preincaicas y andinas tempranas no solo representaban un ingenio técnico extraordinario, sino que, al ser restaurados y reactivados hoy, aportan múltiples beneficios: incrementan la disponibilidad de agua para la agricultura, fortalecen la memoria histórica de los pueblos y contribuyen a conservar un patrimonio cultural de enorme valor. En este marco, la comunidad campesina de Racratumanca, en la Cordillera Negra de Áncash, acaba de protagonizar una experiencia ejemplar al recuperar colectivamente la represa de Wetacocha.
Racratumanca se ubica en el distrito de Pamparomás, provincia de Huaylas, en la Cordillera Negra. Se trata de un territorio en el que el agua escasea cada vez más debido a la variabilidad climática, la disminución de las fuentes y la presión sobre los ecosistemas altoandinos. En este contexto, las comunidades enfrentan la necesidad de innovar, pero también de mirar hacia atrás para recuperar prácticas ancestrales que en su tiempo aseguraron la disponibilidad de agua y la resiliencia de los sistemas agrícolas. La represa de Wetacocha es un ejemplo vivo de ello.
El taller y la recuperación de la represa
La experiencia inició con un taller participativo en el que la comunidad, junto con el equipo de arqueólogos, especialistas y representantes de organizaciones aliadas, exploró las memorias locales y las evidencias materiales del sistema hidráulico recuperado. A través de cartografía participativa, los comuneros identificaron los espacios, rutas y dinámicas del uso del agua, así como sus recursos y acciones del día a día en sus territorios. Este ejercicio no solo permitió un diagnóstico compartido, sino que también revitalizó el orgullo y la pertenencia hacia un legado que había quedado en el olvido.
Se relató que una vez tomada la decisión de recuperar la represa, la comunidad se organizó de manera ejemplar para llevar adelante la obra. Durante poco menos de 20 días, hombres y mujeres de Racratumanda trabajaron intensamente en la recuperación de la represa de Wetacocha. Las labores no fueron fáciles: los comuneros tuvieron que acampar al lado de la laguna, soportando el intenso frío de la puna, y enfrentarse a duras jornadas de trabajo. Uno de los retos más significativos fue el traslado y la colocación de la geomembrana, un material indispensable para prevenir la filtración del agua de la represa y cuya manipulación requería mucha fuerza y coordinación.
Mientras un grupo se dedicaba a la instalación, otro se encargaba de preparar los alimentos. La cocina comunal se convirtió en un espacio de encuentro y de ánimo. Este trabajo que nos recuerda a la minka permitió que, progresivamente, la represa recuperara su funcionalidad y el paisaje mismo comenzara a mostrar signos de revitalización.
La restauración de Wetacocha no es solo una obra material: es también un renacer simbólico y ecológico. La represa ha permitido que la laguna recupere niveles de agua significativos, reduciendo la degradación ambiental y controlando la proliferación de totora, que había avanzado en los últimos años debido al descenso de caudales. Hoy, los comuneros observan con esperanza cómo el espejo de agua vuelve a reflejar vida, sabiendo que ello se traducirá en más disponibilidad para sus chacras, pastos y animales.
La inauguración: encuentro de saberes y compromisos
El día de la inauguración, Racratumanca se convirtió en un punto de encuentro para diversas organizaciones y comunidades interesadas en estas experiencias de recuperación. Además de Eclosio, asistieron representantes de Diaconía, agricultores de Cajamarquilla y La Merced, así como miembros del Instituto de Montaña, la Asociación Cusichaca y un representante de Nor Yauyos, comunidad en la sierra de Lima.
Las intervenciones fueron un espacio de reflexión y aprendizaje. Los agricultores visitantes compartieron críticas positivas sobre el trabajo realizado, destacando el esfuerzo comunitario y la importancia de la represa para asegurar el agua. No obstante, también expresaron inquietudes sobre el futuro: ¿cómo se garantizará el mantenimiento de la infraestructura? ¿qué mecanismos se establecerán para que el comité de agua pueda sostener la represa a lo largo de los años? Estas preguntas evidencian que el éxito inicial debe complementarse con una gestión a largo plazo que asegure la durabilidad de los beneficios.
Igualmente, uno de los aspectos más relevantes de la experiencia fue el trabajo de los arqueólogos y especialistas, quienes no solo brindaron acompañamiento técnico, sino que también ayudaron a reconstruir las dinámicas históricas de la comunidad a través de metodologías participativas. Este enfoque demostró que recuperar una represa no es simplemente levantar muros o instalar materiales modernos, sino también reactivar un conocimiento ancestral y poner en valor las prácticas que permitieron a los pueblos andinos convivir en armonía con sus ecosistemas durante siglos.
La unión que hace la fuerza
La historia de Wetacocha muestra que cuando la comunidad se organiza y trabaja en unidad, los resultados son extraordinarios. El esfuerzo de los hombres y mujeres de Racratumanca, sumado al apoyo de instituciones comprometidas con el desarrollo sostenible y la revalorización del patrimonio, ha permitido devolver la vida a una infraestructura importante.
Más allá de los beneficios inmediatos en términos de agua y producción agrícola, la recuperación de la represa refuerza la autoestima colectiva y deja un mensaje poderoso: frente a los desafíos del cambio climático y la crisis hídrica, la unión de la comunidad y el diálogo entre saberes antiguos y contemporáneos son la clave para construir resiliencia. La represa de Wetacocha es un símbolo de que los Andes guardan respuestas en su memoria y que, con organización y esfuerzo, esas respuestas pueden volver a fluir como el agua que vuelve a llenar la laguna.